¿Por qué, Eterno, Te mantienes tan lejos?
Te ocultas en momentos de apremio.
El malvado, en su arrogancia, acosa al humilde.
¡Que sean atrapados en los ardides que preparan!
El malvado se jacta
de sus desenfrenados deseos
y el descarado ladrón de despreciar al Eterno.
El malvado en su altanería,
no busca al Eterno.
“¡No hay Dios!”, es todo lo que piensa.
Sus caminos siempre prosperan,
Tu justicia está muy lejos de él.
A todos sus enemigos menosprecia.
Dice en su corazón: “¡No me moveré
por todas las generaciones! Nunca estaré mal!”.
De maldiciones está llena su boca,
pero el fraude y la malicia
están bajo su lengua; la maldad y la injusticia.
Se sienta la acecho, cerca de las ciudades.
En la emboscada matará al inocente,
y sus ojos al indefenso espían.
En la emboscada está al acecho,
como un león desde su cueva.
Acecha para atrapar al pobre;
lo atrapará al pobre
arrastrándolo con su red.
Se agazapa, se inclina,
y los indefensos caen, presas de su fuerza.
Dice en su corazón: “Dios lo ignora,
Él esconde Su faz,
Él nunca mira”.
¡Surge, oh Eterno!
¡Levanta Tu mano contra el malvado!
¡Oh Dios! No olvides a los humildes.
Porque el malvado blasfema al Eterno,
diciendo en su corazón que Tú no pides
que te rindan cuentas.
¡Pero Tú si ves!
Observas la perversión y el agravio.
Retribuir está en Tus manos.
Sobre Ti se dejará caer el indefenso,
y del huérfano Tú fuiste el sostén.
Quiebra el brazo del malvado
y del perverso para que al buscar su maldad
no la encuentre más.
El Eterno es Rey para siempre.
Los pueblos desaparecerán de Su tierra.
El pedido de los humildes
escucharás, ¡oh Eterno!
Abre sus corazones
y presta Tu oído.
Impartiendo justicia al huérfano y al pobre,
para que el malvado no siga
aterrando a los hombres de la tierra.
